El retrato de Manuela García Ferreyra de Barros, de 1865, muestra una figura sedente en una silla de caoba con tapizado rojo que apoya su brazo izquierdo sobre una mesa de arrimo. El vestido negro construye la composición abarcando toda la base de la tela, pero lo dominante es el rictus de amargura
del rostro; la boca curvada y los ojos que parecen bañados en lágrimas bajo los párpados caídos. El pequeño toque de luz, habitual en los ojos pintados por Pueyrredón, aquí tiene una presencia más potente, duplicándose en numerosos reflejos sobre la superficie del iris.
Mientras tanto, el sencillo peinado canoso juega con el encaje del cuello para cerrar la potente cabeza.El decoro de la viudez alcanza así una de sus representaciones más expresivas, en la que solo el reflejo de los pendientes de oro sugiere cierta vivacidad.
Otro punto alto de esta tela es la expresiva gestualidad de las manos, con los dedos entrelazados y ocultos. En suma, si una primera mirada puede sugerir que se trata de una obra resuelta con oficio, estos pequeños detalles revelan la singular percepción de la subjetividad que logra transmitir Pueyrredón, permitiendo considerarla como una obra realizada realizada con particular empeño.
Fuente:
Roberto Amigo. Pintura republicana. Colección del Museo Pueyrredón. Buenos Aires, Municipalidad de San Isidro, 2014